lunes, 21 de noviembre de 2011

Encore/ Numb



Tengo una caja donde guardo todas las cosas que son tan grandes que apenas puedo creer que hayan salido de mi, you just need to be proud of yourself ( Henry Rollins/ Bruce Springsteen mode). Son tan pequeñas, tan brillantes, tan hermosas, todos esos logros personales inalcanzables alcanzados finalmente aunque sólo haya sido una vez: Conducir en soledad absoluta por la carretera más hermosa, solitaria y larga que uno pueda conocer, que las 8 y media de la mañana den en tu reloj a metro y medio bajo el agua azul y cristalina, hacer eso que siempre has visto a otros hacer, que siempre has querido hacer, que no sabías que fuera posible hacer...Heart in a box. 

Podría tatuar en mi brazo un río ancho, sólo para nadar contra corriente en Él para siempre jamás, más no esta vez. ¿Qué me diferencia de cualquiera? Cualquier cosa mala que puedas decir de mi será verdad. Ya no tiene interés para mi.


En el budismo, aprendes rápido que la fuente de todo el sufrimiento no es la carencia, sino la esperanza. El que espera desespera, no hay más que dejar de esperar para empezar a dejar de sufrir. Qué pasaría si hemos elegido el camino equivocado, si la respuesta la tienen todos los que se han dejado, los que están ahora mismo acodados en la barra del bar, los que están viendo la tele, los que juegan a la consola, los que sólo beben cerveza que pagan con el trabajo que tienen para comprar cerveza que beben para soportar que tienen que ir a trabajar. Que pasa si lo que nos está machacando no es lo que nos está machacando, sino tener la estúpida idea de que nos va a dejar de machacar. Qué pasa si hay que dejar de esperar.

Paseo en el silencio atronador de los auriculares entre la noche y los personajes de la noche, los que fueron otrora mis compañeros,  y busco en el espejo negro de los escaparates  oscuros la diferencia entre mi imagen y la de todos aquellos a los que desprecio por el simple efecto de tener  miedo a que se parezcan más de lo que creo a mi misma. Los momentos mágicos, las esperanzas realizadas ( la manifestación física de la imaginación más delirante) todo lo  intangible que al tornarse palpable se desvanece en un segundo y pasa de ser un proyecto, en tu cabeza, a ser un recuerdo en tu memoria; todo aquello que vivió en la tierra apenas lo que dura un suspiro ( y un suspiro humano bien puede durar treinta años y dejarte en los labios el sabor de un beso fugaz y salado), tu triste y dolorido corazón en una caja, el torbellino de emociones que parecen nacer de la nada y que si logran manifestarse por fin en la nada acabarán  de igual manera, puesto que nada dura para siempre y siempre es nada, ¿ pueden todos esos logros pequeñitos como la mano de un niño compensar todo esto? 

Por qué vivir abocados hacia delante si hacia delante es inalcanzable y, las raras veces que se alcanza, nos deja estupefactos y tan trastornados que a duras  penas podemos aprovecharlo. O disfrutarlo. Tal vez la respuesta a todas las preguntas sea tan sencilla como dejar de hacerlas, y lo que diferencia a la figura arropada hasta las cejas y con las esperanzas puestas en lo venidero que soy yo de todos los que se beben la noche y ya no esperan nada , como siempre han hecho, es que yo aún no me he dado cuenta de que no hay diferencia alguna.  Y que no es tan bueno ni tan especial -ni por ende yo misma- creer que el que lucha es superior al que ha dejado de hacerlo o al que nunca ha sabido cómo o al que no lo ha intentado siquiera. Tal vez lo único que nos mantenga insomnes a estas alturas de la película no sea más que el eco de la música, bien alta, mintiendo una vez más. Tal vez lo que nos mantenga en pie sea creernos la mentira de que aún existe en nosotros esa diferencia. 


jueves, 3 de noviembre de 2011

Desarraigadita y sola en este mundo, mundo cruel ( I )

A three-chord symphony crashes into space
The moon is hanging upside down



Al final, acabo dando siempre vueltas a las mismas cosas. No creo que un psicoanalista freudiano le diera para una tesina conmigo ( claro que hay que ser muy tonto para ser psicoanalista y, encima, freudiano: Merecido se lo tiene) y son, a saber: La soledad y la sensación de desarraigo, la traición y la aliteración ( de la traición, se entiende), la falta de fe y de moral. Descubrir cualquiera de los anteriores defectos en uno mismo. 

La niñez es un lugar cálido en el que cobijarse cuando vienen mal dadas, pero si la niñez es la representación del esperpento y, aún así, te cobija, malo. 

A mi, lo que me produce sensación de protección es un lugar que ya no existe y no las personas que pululaban  en él. Pero de eso ya habló Machado y, macho, no puedo con él. Me fascina la capacidad del ser humano de rebelarse como un catalizador de mal y, en un abracadabra espeluznante, acabar eructando florecillas del campo, pompas de colores y caballitos ponies. Pero no equivocarse, una reacción química o es exógena o es endógena. Y sino sale pa' fuera, te lo comes. 

Una de las primeras señales de que voy a estar enferma es la fantosmia. La fantosmia es un problema, neurólogico la mayor parte de las veces, que produce que se huelan cosas que no están allí. Es como vivir  en una permanente magdalena Proustiana, pero en mal. Un quítame allá esas pajas olfativo y literal. El mundo, queridos míos, apesta en sus muchas acepciones, y las armas de fuego son brillantes y pesadas en la mano y de ellas surge un delicioso olor a aceite de engrasar, a garaje antiguo y a venganza. Y, si te concentras lo suficiente, puedes percibir el olor nauseabundo y metálico de montones de sangre en cualquier superficie porosa de esas que no toleran el Scott Brite. Yo no puedo estar sin él.  Mucha sangre e ironía, que no se nos olvide ( y si lo has olido alguna vez, no se te olvida, créeme).

Pero no quería hablar de eso, porque los monstruos no huelen a nada malo, al fin y al cabo, suelen venir envueltos en olores familiares que nos rodean cada día y que, seguro, puedes percibir en cualquier cocina. Yo siempre he sido de Álvarez Gómez, que le voy a hacer. Aunque hoy no aguante ni ese olor ni otro. Ni el mío  propio ni, mucho menos, el de ninguna magdalena.