A final, lo único que trasciende es lo que dejamos atrás. Si los recuerdos son subjetivos, manipulables, incluso dependen del estado de ánimo de quien los atesora: ¿ Qué somos, en realidad, si no dejamos nada al irnos? ¿ Cómo podemos demostrar que existimos, que aprovechamos un tiempo que nunca fue nuestro, que no nos perteneció?
Los padres, los grandes hacedores de recuerdos, no son ni siquiera conscientes, las más de las veces, del legado inconsistente que no dejan. Los que no somos padres, porque no nos da la gana mayormente, tiramos de imágenes vívidas en nuestras mentes y de fotografías y vídeos para conseguir rescatar del olvido las sensaciones sobre la piel que vivimos. Pero Windows se sigue choscando, las neuronas se siguen quemando, las casas y las calles cambian, los paisajes que nos contuvieron dejan muchas veces de existir, y nuestro paso por el mundo se va diluyendo, no tanto para los demás como para nosotros mismos. Aún no ha llegado el momento en que nos miremos al espejo y sepamos sin lugar a dudas que cosa puñetera eres y quieres ser, que quiere hacer el bicho raro con pulgares oponibles que nos mira desafiante y algo asustado, cuando las huellas de nuestros primeros pasos en el mundo han quedado ya arrastradas como el polvo por un nuevo centro comercial y nuestra memoria borrada de los recuerdos de los que fueron en un tiempo nuestros más mejores y queridos amigos.
¿ Qué nos queda que demuestre tanto dolor, tanto olvido, las risas solitarias y compartidas, la frustración y la rabia, los orgasmos y los besos? ¿ Podrá una hipoteca a 50 años llenarse de las señales inequívocas de la presencia de la vida plena y vivida de un ser humano perdido o se convertirá nuestra casa en un piso más cerrado cuando nos hayamos ido? ¿ O serán tal vez las pilas de vinilos y de libros, mis camisetas rockeras y mi colección de dragones objetos por los que merezca la pena recordar el humano lamentable que he sido?
Las personas que hemos querido nos miran con ojos muertos desde las fotografías y los aromas que nos evocan abren agujeros de gusano instantáneos y breves por los que transitar hasta el pasado, hasta lugares que podemos volver a mirar de reojo, algo borrosos, pero que permanecerán intocables, impalpables, invivilbles de nuevo por siempre jamás. Las palabras prevalecen. Sólo las palabras consiguen hacer justicia a las cosas que han sido.
*A Man Without a Country’ by Kurt Vonnegut
No queda nada, pero, supongo, que eso ya lo sabías.
ResponderEliminarA días no.
ResponderEliminarPor lo pronto, avatar virtual que escribes aquí, a ti y a mi nos quedan bienes intangibles compartidos.
¿ Son algo? ¿ No son nada?
¿ Tendremos las respuestas cuando ya no podamos sacar nada de ellas?
Son algo mientras estemos. Luego no serán nada... digo yo... pero dará igual, ni tu ni yo estaremos aquí para verlo.
ResponderEliminarEl avatar es solo el nombre, en el resto somos reales.
Creo que algo queda. Lo creo, no como un deseo de pensar, sino como una creencia. Que no es lo mismo.
ResponderEliminarSer real :)